01 PUBLICIDAD Y EMOCIONES: III. Confianza a ciegas • Convivencia y Mediaciones con las Nuevas Tecnologías


Confianza a ciegas

Si una marca, una campaña publicitaria, un slogan o anuncio se gana nuestra confianza, ha logrado coronar la cima de la fidelidad del consumidor. Si nos sentimos plenamente confiados, compramos. Y compramos a ciegas, muchas veces sin mirar la diferencia de precio, y puede ser que ni la fecha de caducidad. Incluso nos vemos seguros para recomendar cierto producto a nuestros allegados, haciendo un bien comunitario puesto que sabemos que no defraudará nuestra sugerencia. El boca-oreja es un signo de que algo funciona, y desde luego un éxito publicitario.

Algunos recursos son: lograr empatía con el propio consumidor, garantizar que no nos fallará el producto a través del mensaje, o bien humanizarlo de tal manera que parezca alguien familiar, aunque estemos hablando de una lavadora, comida pre-cocinada o automóvil. Por eso en los spots televisados, los rostros de los actores suelen ser amables, de mirada y sonrisa agradables. El arte, y el vestuario cuidado al detalle, como los colores intencionados. En publicidad no hay lugar para el azar, el tiempo es limitado y el impacto se concentra en un espacio reducido, el estilo es directo, y cualquier elemento que pueda interferir o crear confusión será sacrificado en beneficio de la claridad. Incluso cuando un mensaje nos parece misterioso, o caben múltiples interpretaciones según el receptor, está totalmente calculado de antemano.

La publicidad emocional no suele pasar desapercibida, va más allá de la información para imprimir una huella en nuestros sentimientos. Muchas veces se convierte en espectáculo, píldoras cinematográficas o como viene siendo habitual, números musicales de coreografía desenfadada y música pegadiza que nos invita a bailar. Provocando un estado de bienestar y felicidad, que queda almacenado en el subconsciente sin apenas darnos cuenta; si ha surgido el efecto pretendido, cuando nos hallemos ante el producto, a la hora de tomar una decisión de compra, aunque no recordemos el anuncio propiamente dicho; si nos embargará alguna reminiscencia de buen humor asociada emocionalmente al mensaje original. Cualquier campaña de comunicación, se sirve de un estudio previo del target (término inglés que significa objetivo) en este contexto se emplea para determinar cuál será el público objetivo al que se quiere llegar, edad, sexo, profesión...etc. Una información valiosa, que en buenas manos y con profesionales adecuados se logrará la mayor efectividad posible.

Precisamente una propuesta didáctica, puede ser el de analizar diferentes anuncios desde el punto de vista del target a quiénes va dirigido. Observando varios aspectos como el lenguaje, el tono, las imágenes, personajes y tomando nota de cómo se ha querido acceder al público. Con qué elementos, y qué emociones se ha buscado transmitir y provocar. Una vez hecho el análisis, como experimento, vamos a cambiar nosotros mismos el target, a otro completamente opuesto. Y desde ese nuevo punto de vista, anotar como deberíamos modificar y rehacer el anuncio. De esta manera, descubriremos contrastes, y nuevas emociones dependiendo de la psicología del público objetivo.

© Eva Pallarés 2010